A pesar de que cada vez más y más empresas tienen políticas sobre violencia y acoso y procedimientos específicos para que las personas trabajadoras denuncien los incidentes, la violencia y el acoso siguen siendo prácticas comunes en todos sectores de la economía. Esta incidencia persiste tanto en los sectores masculinizados como en los feminizados, en aquellos sectores con salarios más precarios y en profesiones con niveles educativos muy elevados. El acoso y la violencia tienen efectos nefastos no solo en la integridad física y psicológica de las personas trabajadoras, sino también en la productividad de la empresa y en la economía mundial.

Cada vez más, las empresas requieren enfoques nuevos y más creativos para atajar el problema y reducir la incidencia de la violencia y el acoso. Uno de los enfoques más prometedores es el de las actuaciones preventivas con los testigos. Esto implica que la empresa fomente una cultura de comunidad en la que es responsabilidad de todos sus miembros proteger a todos los integrantes de dicha comunidad. Así, todas las personas saben que, sean o no objeto de una conducta agresiva o discriminatoria, pueden y deben intervenir en ella para prevenir o reducir el daño de las víctimas, sus compañeros y compañeras de trabajo, y en el ambiente laboral.

Por otro lado, las empresas también están intentando dar un giro a la formación que ofrecen en materia de violencia y acoso. Tradicionalmente estas formaciones estaban centradas en reducir la responsabilidad legal de la empresa y en decirle a las mujeres: «esto es lo que puedes hacer cuando te acosen o para que no te acosen»; y a los hombres: «esto es un comportamiento inadecuado, no lo hagas». En cambio, los nuevos enfoques centran la atención en todas las personas integrantes de esa comunidad: enseñarles qué comportamientos deben replicar, cómo intervenir de forma efectiva, cómo ofrecer retroalimentación y, en definitiva, cómo crear una cultura empresarial más sana y productiva.

Otras experiencias positivas también pasan por sensibilizar a las personas trabajadoras —tanto hombres como mujeres— sobre percepciones, mitos, prejuicios que solo perpetúan unos estereotipos de género que llevan en muchos casos a estas conductas inadecuadas y violentas.

En definitiva, sabemos que tenemos que crear ambientes de trabajo respetuosos, libres de violencia y acoso y de cualquier forma de discriminación. Sabemos que es necesario eliminar los comportamientos tóxicos para ayudar a las personas trabajadoras a sacar su máximo potencial. En la empresa, todas las personas, independientemente de su nivel jerárquico, tienen un rol para cambiar las actitudes, estructuras y sistemas —culturales, institucionales e individuales— necesarios para eliminar la violencia y el acoso en el lugar de trabajo. Y por ello hemos redactado esta guía.

El objetivo de este instrumento es recopilar experiencias novedosas de instituciones, organizaciones, empresas de diferentes sectores en diferentes partes del mundo cuyo objetivo es eliminar el acoso y la violencia en sus distintas formas. Hemos estructurado la guía de una forma muy práctica y orientada fundamentalmente a la acción.

La primera parte incluye acciones concretas que puede tomar la empresa desde la dirección en relación con:

  • cómo se enfoca un cambio cultural;
  • La creación de una comunidad en la que todos sus integrantes pueden intervenir antes, durante y después de un incidente violento, y
  • cómo organizar formaciones más efectivas.

Las siguientes secciones ofrecen también una relación de acciones prácticas para diferentes perfiles de la empresa porque desde cada puesto se desempeña un rol para garantizar que el lugar de trabajo sea un espacio seguro. En concreto, proponemos acciones para:

  • la alta gerencia, que tiene que liderar el proceso;
  • personas supervisoras, que son claves para gestionar el cambio;
  • personas testigos u observadoras, incluyendo los y las trabajadoras, que de forma segura pueden intervenir antes, durante o después de un incidente;
  • personas acosadoras, que, si permanecen en la empresa, deben tener un comportamiento acorde con los valores de la compañía;
  • representes de personas trabajadoras, que pueden adoptar un rol activo para apoyar a la empresa en el cambio cultural, y
  • organizaciones de empleadores, que pueden ayudar a sus afiliados mediante acciones colectivas concretas

El cambio cultural en la empresa es difícil, y no sucede de un día para otro. Dependiendo de su tamaño, ese cambio puede llevar meses o años; y todas las personas de la empresa tienen la responsabilidad de crearlo diariamente a través de sus interacciones personales.

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